Yo no me garché a Marina Marré (Martín Wilson)
En el fondo nos encanta nuestro drama, nuestra tragedia.
Le damos protagonismo a nuestros quilombos
a nuestra basura,
la reciclamos y la seguimos contando:
nuestra infancia,
nuestro trabajo, el miedo, toda la mierda.
--¿Querés que te cuente?
Mi vida es una mentira. A los del trabajo no les dije nada de Francia. No les conté que fui a París. Viste cómo es. Te miran mal si les decís que te fuiste a un lugar lindo, bah en el laburo a mí me pasa eso.
--Estuve en el Uruguay, en Durazno, hermoso, tranqui, visitando familia y después me volví, estuve haciendo arreglos en la casa, pintando el frente. Les decís algo así y se quedan tranquilos. No se meten con tu sueldo, se apenan y te joden menos el laburo. Siempre mentí con cosas así.
En mi vida mentí muchas veces y siempre fui muy hábil para sostener esas mentiras. La información es vital. Conocer el lugar, la trama y los personajes de la mentira es fundamental. A veces me convenzo tanto que hasta creo haber estado en lugares que no conozco. Por ejemplo a mi vieja le dije una vez que estuve en Bruselas, porque estuve trabajando en Londres (otra mentira) y ella me rompía las pelotas con que tenía que conocer otro lugares, que estar allá era una oportunidad única para conocer otros países. Y bueno, insistió tanto que me fui a Bruselas de mentira y conocí la Gran Place, la Basílica de Koekelberg, el palacio real, el arco del triunfo belga y esas cosas. Para que se quede pipona además le agregué Brujas. Ahhh Bruges y su corte medieval, los puentes, la cúspide del campanario y el pibito que mea, la torre del campanario -Belfry- y sus 366 escalones me dejeron pasmado y también la basílica de la sagrada sangre. Ah Bélgica y sus chocolates con forma de tetas y la cerveza con mucha graduación alcohólica, qué rico, ah.
La verdad que es una maravilla. Cuando empecé la primaria a los chicos de la clase les inventé que tenía un hermano más chico. Uh que quilombo habré tenido guardado ahí. No voy a contar todas mis mentiras porque no termino más pero hay varias. Cientos de veces evité decir que fui alumno del colegio San Andrés, uno de los colegios más caros en su momento. Cuántos colegios me inventé, del estado y colegios de barrio que ni existían. Muchos de mis engaños era para mí un instrumento de seducción. Yo quería agradar, ser parte. Era inseguridad y miedo al rechazo. A las mujeres cómo les mentí, cuántas barbaridades que habré dicho. En un casamiento en el Jockey a la rubia más linda le dije que era inglés y que teníamos un castillo. Era justo el 2001 poscrisis y la mujeres agarraban cualquier viaje. Fui un canalla porque le di muchos besos y le chupé las tetas esa noche. Ella se hacía la difícil porque buscaba algo serio. pero yo no era en serio, nada mio era serio. Bah mi mamá es inglesa y mi viejo es descendiente de escoceses y el único castillo que conozco es Abelardo, que es como Edgar Allan Poe que parece inglés pero creo que es de Boston, Massachusetts. Fue una vergüenza cuando le contaron que yo era un farsante. En facebook llegué a decir que tocaba esta noche en La Persiana -un bar mágico porque no existe- canciones de Dean Martin y de Serge Gainsbourg solo con mi guitarra. No hacía falta que me vinieran a ver. A mis groupies las citaba otro día, en otro lado y después las llevaba a mi casa para hacer el amor. Cuando en una época mis viejos me mendaban a una iglesia presbiteriana en Olivos me daban una plata (me acuerdo que era un azul o a veces un rojo) para poner en la gorra que pasaba el cura presbiteriano o unas pibitas (que seguro también mienten y son re putas). Pero yo no ponía la plata ahí, me la guardaba y la quemaba el lunes en el quiosco de Don Barrios en el colegio. Y les compraba mielcitas, fantoches, torpedos, palitos Leone y naranjús a todos. Me hice muy popular. Cuando seguía a Boca Juniors ya a los 14, 15, a mis viejos les decía que me iba a la chacra de un amigo y mi vieja me metía unos sandwiches y unas coca colas en el bolso. Ah, los delincuentes que comieron esas figazzas, esos pebetes de salame y queso que hacía mi madre inglesa... A los de la barra les decía que vivía con una tía, que no tenía papás y que los sandwiches me los hacía una vieja del barrio porque yo le hacía los mandados, le limpiaba la casa, le cortaba el pasto y le limpiaba los enanos de jardín y se reían pero me creían.
En los noventa íbamos mucho a bailar a la costanera, Caix, El Cielo. Y no sé cómo fue que les caí simpático a dos chicas, dos modelos del momento. Una de ellas era Marina Marré, una miss mannequin de Dotto. hasta llegué a sacarle el teléfono. Me acuerdo todavía de cómo me temblaba la voz la tarde que la llamé y hablamos de vernos. marina se dio cuenta que era un imbécil o por lo menos un perdedor inofensivo que apostaba a todo o nada y me siguió saludando durante muchos fin de semanas. Se corrió el rumor que yo había estado con ella.
Aunque después de lo dicho cueste defenderme, yo siempre lo negué, bah alguna vez hice silencio y otorgué pero casi siempre lo negué, sonriendo. Es hasta el día de hoy que muchos amigos o conocidos mios se refieren a ella como la minita que salió conmigo.
-Ah sí, la que estuvo con el flaco -dicen.
Una vez un viejo que conocí en el bar El Odeón, jugando al truco, me dijo que para mentir hay que mirar bien a los ojos.
A veces negar algo te complica más. A veces no sé quién soy, si la verdad o la mentira.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario