2 de marzo de 2011

Los puentes levadizos, inédito de Washington Cucurto

(del libro Con la 26 x 8 en la boca, a publicarse en Garrincha Club, abril 2011)




Miles de veces nos han contado a todos
taladrado la cabeza con los muertos,
bla, bla, bla, los asesinados, los fusilados,
picaneados, torturados, desaparecidos,
prendidos fuego por la dictadura militar de los años 70.
Todos sabemos: aquello fue una verdadera mierda.

(Después de 30 años, está tarde de frío,
la locutora de tevé dijo al aire que le habían
desaparecido una hija. ¡Y lo mantuvo oculto
durante 30 años!).

De aquella época quedaron en nuestro corazón
un manojo de hombres que son ejemplos.
Desde su ausencia los hemos leído toda la vida,
los imitamos, los copiamos, soñamos con conocerlos.
Walsh, Santoro, Haroldo, Urondo, Bustos y otros.
Mamamos de ese caldo.
Nos hablaron a través de documentales, de conversaciones de bar
de las salvajadas cometidas por los militares.
La última: la guerra de las Malvinas.

A esto voy: soy un hombre pobre, respetuoso,
pero no tengo memoria, ni tengo nada que ver con estos
mártires literarios y sociales.
Mi admiración y respeto.
Pero no quiero saber de ellos. Toda la vida la misma historia.
Entiendan que no quiero entender nada. No estoy comprometido.
Soy un vendedor ambulante devenido ex repositor de supermercado.
No me interesa comprender la coyuntura política de aquellos años.
Ni mis padres, ni mis hermanos,
ni mis primos, ni nadie del barrio de Los Pinos, en Berazategui,
donde vivo, tienen nada que ver. Es el barrio de los estúpidos.
Suena duro, pero no es nuestra historia de vida.
Para nosotros no hubo ni habrá política. Nadie levanta
un museo en nombre de nuestros muertos
que continúan muriéndose ahora mismo, mientras escribo esto.
Nadie levantó un museo jamás, en las puertas del Coto,
donde nos explotan actualmente.
El resarcimiento estatal no funca con nosotros.

No leí.
Leí la biografía del loco Gatti. ¡Deberían leerla!
No creo en Dios, no creo en los militantes, no creo en la revolución.
Millones de veces me hablaron de los muertos del 70,
                                                                                      perdonen: no comulgo.
No me importa. Para mí son
sólo escritores de ficción como
                                                  Truman Capote o Allen Ginsberg y su aullido.

El Che ni un pelo me mueve, para mí es una estampa serigrafiada.

La vida siempre se pone en contra, cuesta arriba, como
los puentes levadizos.

No hay tiempo para pensar en mártires.
Ni para leerlos.
La vida te clava como la espina de una rosa
y dedícate a sangrar.

2 comentarios:

mauro m. dijo...

Mirá vos, ahora para cucurto el Che es una estampa serigrafiada. En un poema de hace unos años era un tatuaje en el brazo de su padre.
Yo por suerte el otro día me enteré de que la palabra parricida no sólo significa "el que mata a su padre", sino también "el que mata a su patria".

saludos

cristina etchegaray carbone dijo...

Todos estamos hartos
de vivir en el pasado
nos golpean setente veces siete
y mirá al chico que llora
que pide, que se muere de frío
al lado tuyo, en el presente
que no nos gusta pero lo miramos
con los ojos levemente estrábicos
de tanto setentismo y mirá
que tragedia patria
¡que lo parió!