21 de julio de 2013

El robot del tenis, perfil de Federico Delbonis (por Daniel Borensztein)

“La Copa Davis la vamos a ganar con Delpo y Delbo, dale unos años nomás”. Lancé la frase, casi como un chiste fonético, un martes de noviembre de 2009, en el Club Comercio, durante un almuerzo rápido de profes y entrenadores. Nadie le prestó atención, porque nadie sabía quién era Delbo.
Federico Delbonis estaba sentado a metros de ahí. Inadvertido en una silla de respaldo alto en la galería elevada, a metros del bar, el chico no sacaba la vista ni los dedos de su flamante celular, donde pasaba horas de su vida ensimismado en su mundo. El celular es el compañero de ruta más importante para los trotamundos del tenis, y este caso no era la excepción. Apenas sí levantaba la cabeza y los ojos para contestar algún saludo, siempre cortés, aunque tímido. Nunca parecía estar de mal humor ni cansado. Podía pasar el día entero en el club y su fisonomía no variaba. Toda su persona reflejaba tranquilidad y armonía, condiciones fundamentales para trascender en el deporte universal de la raqueta. El pibe acababa de cumplir 19 años y esporádicamente iba a entrenar al Club Comercio, a veces con Chela, otras con Decoud, con Dellatorre o con cualquier otro profesional con quien le arreglaban partidos o entrenamientos. Iba con su entrenador y a veces compartía charlas con Ariel Borensztein, psicólogo especialista en el circuito de tenis profesional.
Con su entrenador se metían en las canchas del fondo, la 9 o la 10, y llamaba la atención el sonido que venía desde allá atrás. Impactos secos, graves, contundentes. No cualquiera le puede pegar de esa manera a la pelota, y Delbo lo lograba.
Comercio es una isla en medio de la ciudad. Una quinta bien resguardada en plena Avenida del Libertador, sólo para entendidos, sólo gente de tenis. Por eso muchos jugadores lo eligen para entrenar, aunque, nobleza obliga, en el caso de Delbonis su personalidad afable y bonachona le permitía entrenar donde quisiera.
En ese entonces estaba haciendo su primera incursión de peso en el circuito ATP. Había empezado ese 2009 en el puesto 822 y lo terminaría en el puesto 195. Para quienes no están familiarizados, ser parte de los 200 mejores del mundo es una hazaña reservada a pocos mortales (justamente, sólo doscientos, entre los millones de personas que juegan al tenis). Pocos meses después ya rondaría el top 100 por primera vez (estuvo 117° en julio de 2010), y ahí su carrera pareció entrar en la irregularidad hasta esta semana de despegue, acaso definitivo.
Delbo, alias “el Gordo”, es zurdo y mide 1,90. Es pesado en sus desplazamientos, pero compensa con un terrible peso en sus tiros, sobre todo de drive. Mejoró el ajuste y sintonía fina en su juego de piernas, y con eso calibró lo poco que le faltaba a su repertorio.
En Hamburgo explotó. Le ganó un partidazo en segunda rueda a Tommy Robredo, veterano español que está en un gran momento y viene de hacer cuartos de final en Roland Garros, ya recuperado de una lesión que lo alejó más de un año de los primeros planos. Esa fue la primera señal de que algo grande se podía estar cocinando. Siguió una buena victoria ante el ruso Tursunov en dos sets, y la increíble remontada contra otro jugadorazo español, Fernando Verdasco, levantando dos match points a pura garra y corazón. Después llegó el momentum de su carrera, la gloria frente al mítico Roger Federer.
Este éxito no es del todo inesperado. En aquellos días de entrenamiento en Comercio, pude ver su su aplomo y su tranquilidad a los 18 años. Podía estar atravesando malos momentos, pero no los mostraba, no los exteriorizaba avivando al rival. Nunca tuvo una mala actitud, nunca se lo escuchó gritando o insultando, revoleando raquetas. Era algo que llamaba la atención: su grado de compromiso a pesar de su corta edad. Se ponía a entrenar siguiendo con atención las indicaciones de su coach, y las cumplía a rajatabla.
Se pueden marcar limitaciones en su juego: no se mete demasiado en la cancha, no usa mucho las variantes como el slice o el drop, no cierra mucho de lo que genera en la red, no gana muchos puntos gratis con su saque, a pesar de sacar duro y medir 1,90. Pero si con todas esas limitaciones, el Gordo se está metiendo en la elite con su desempeño en Hamburgo, es porque tiene un orden táctico inquebrantable. A pesar de la derrota en la final, de la que seguramente sabrá sacar lecciones.
Federico Delbonis es un robot tenístico. Eso es lo que se veía cuando entrenaba en Comercio, y es fundamental para un jugador de elite. Si el entrenador le pedía que metiera diez mil pelotas, él lo iba a cumplir, aunque necesitara veinte horas. Delbonis es metódico, cumplidor, prolijo, obsesivo. El orden táctico que muestra en la cancha lo hace ganar partidos. No se aparta de la línea y esa línea lo está llevando directo al grupo selecto de los que mandan en el circuito. No tiene muchos puntos por defender de aquí a fin de año, y su juego se adapta bien a las canchas duras, así que con el nuevo ranking podrá entrar directo en los torneos grandes, y si lo aprovecha sumar muchos puntos más.
Ojalá se cumplan dos pronósticos: que este año termine entre los 50 mejores, y que cuando se consolide allí arriba acompañe a Delpo para ganar la Copa Davis.

Daniel Borensztein es tenista. Ocupa el segundo puesto en el ranking argentinos de jugadores senior +40.

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