13 de agosto de 2012

Jubilación para escritores (Washington Cucurto)

Es hora de que alguien arroje una piedra
por los grandiosos románticos sudamericanos.
Digo, tal vez, llegó la hora de crear
un sindicato de escritores latinoamericanos,
y yo quiero ser su líder.
Sin camiones ni peajes
sin banderas políticas ni política banderil.
El rubro de los escribas borrachos sudacas
no puede estar tan bastardeado.
Es cierto,
somos mujeriegos, somos borrachos, somos haraganes,
en esta mesa nadie va a negar
que somos megalómanos, cultos, orgullosos.

¡Nos ponen un billete y vendemos a nuestra madre!
Si se da la cosa, estamos dispuestos a transar, a pactar,
a hacer desaparecer a unos cuantos
que no van con nuestros intereses literarios,
si nos dan dos minutos diarios de publicidad en la televisión.
Defendemos con uñas y lapicera
nuestro lamentable kiosquito
lleno de alfajores de vanidades
y chocolates de jerarquías.
Somos un desastre, sí.
Nadie dice lo contrario.
Nuestros hijos que no escriben se averguenzan.
Ellos también son pacatos,
pese a tener padres tan mercenarios...

El gran rubro de los borrachos mujeriegos no puede estar tan bastardeado.

David Leavitt no es mejor que Peter Capussoto.
Propongo, está bien, un poco de realismo, correr la página,
abrir la ventana para que salga este insoportable a papel viejo;
mandar al vestuario a Cardenal, a Jotamario Arbeláez, a Don Parra.

Repartamos jubilaciones.
Justicialismo es jubilar.
Convoquemos a gente joven, en especial del sexo femenino,
con otro aire y otras curvas.

Me ofrezco a ser el líder
de nuestro sindicato de escritores latinoamericanos,
es lo mejor que podemos hacer.

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