24 de agosto de 2013

LA VIDA ES DEMASIADO BREVE

+ Los actores, las celebridades, son museos genéticos de nuestra historia emotiva. En una escena fundamental de mi educación amorosa, Nora Cárpena emergía de una pileta en una telenovela de los ochenta, como una espléndida, inolvidable pedagoga erótica. Hoy la vi oficiar de anciana emocional deconstruida por el bisturí en Corazón de León, la película en la que Francella hace de enano. Vemos una película y vemos dos cosas: el esquema narrativo de dos horas que arman los personajes, y un nuevo tramo en el esquema narrativo de las celebridades, que son como boyas que por la positiva o por contraste nos ilustran en el espectáculo humano a lo largo de nuestras vidas.

+ Francella es un gigante. No le llamemos chanta, no, llamémosle pillo. Héroe que tocó su fondo cuando a los 5 se le detuvo el proceso de crecimiento, su arquitecto parece haber tejido bien los traumas, y tiene relaciones increíblemente buenhumoradas con su hijo, su ex mujer, su cocinera y su pareja amiga. Es un hombre que fluye en el mundo, un hombre bien instalado en la trama que fluye.

+ Hasta que viene el bobo amor (perdón la incorrección). Todos somos enanos emocionales, le dice la secretaria evidentemente discapacitada sentimental al personaje de Julieta Díaz, la mariposa traicionera, otro museo caro a la historia sensible de mi generación. Y ahí la película encuentra su metáfora, la vieja metáfora de la bella y la bestia, del amor como encuentro de freaks.

+ Si pienso en las mujeres importantes de mi vida, me veo como un enano frente a gigantes. Todos los hombres somos el personaje de Francella.

+ En el divisionismo que nos legó la cuarta, menguante, experiencia peronista, parecía que el cine arte se lo habían quedado ellos, y el cine industrial la corporación. El corralito cultural kirchnerista se forjó en la Sala Lugones, en los teatros del Abasto, en el Parakultural: ahí se hunden las maneras del standup presidencial. Pero todo eso es en realidad una ficción: los Kirchner no fueron a Europa hasta que no llegó su período. Los modales de la Presidenta son tan italianos como los de cualquier originario del Área Metropolitana de Buenos Aires. El peronismo es una función del tipo de cambio en tono de la gran comedia argentina, la que va del sainete a Francella y se asienta en la figura del pícaro y una enorme mujer tanguera. Cristina se nos va, esperando la carroza.
Pero en los títulos de los que ponen los morlacos de Corazón de León se mezclan Axel Kuschevatzky, embajador de Hollywood en la Argentina, Victor Santa María, portero de la batalla cultural, la Telefé en la que el kirchnerismo parece haber hecho entrismo (palabra cara a la revisita setentista) y la corporativa Cablevisión. 
Corazón de León ensaya los sones de la pax massista, o sciolista, llámese como se llame la que será nuestra quinta experiencia peronista. Francella, como Darín, portan los rostros, las muecas del consenso irónico argentino. Corazón de León le da un contexto por fin apolítico a estas postrimerías de la ilusoria (exagero) dictadura de las minorías: narra la discriminación de los niños ricos que están tristes. Finale para el pobrismo independiente, para la autocomplacencia de los niños rivos con veleidades sociales, ¿se viene un peronismo neomenemista, la venta de la utopía del progreso individual? ¿Se viene la presidencia de los countries, la del encierro familiar en espacios enrejados de endogamia parquizada, verde?

+ Los kirchneristas culturales, esos freaks, ahora que las horas tiran a degüello contra el tipo de cambio a pesar de los precios de la soja, están aflojando. La vida es demasiado breve: ahora nos volvemos a encontrar. Mi hija Benita dice que Corazón de León tiene un final abierto. Julieta se arrepiente de haber abandonado al enano por el qué dirán, y lo va a buscar a una playa de Leblon. Y ahora qué, le dice Francella. Ahora estoy acá, responde Julieta, ahora tenés que hablar vos.

1 comentario:

Cabo dijo...

Guste o no, les saltaste a la yugular. Frase clave, para mí: "las muecas del consenso irónico argentino". No vi esa película, nunca la voy a ver y espero que no lo hagan ni mis hijos ni los de ellos ni ninguno de mis descendientes.